El elector, es el soberano en democracia, con poder y capacidad de decidir con su voto la opción que considere mas apropiada para gobernar, mandar y administrar el aparato del Estado. Sin embargo, cumpliendo otros principios democráticos, como la transparencia, equidad y coherencia, el ganador de la contienda tiene que presentar de modo claro y preciso su programa y comprometerse con él.
Lo que es inapropiado es que se prometa una cosa, por la que finalmente votan los electores y llegado al gobierno, haga otra radicalmente distinta que termine significando un desastroso retroceso político, económico e institucional para nuestro país, y arrollando las libertades publicas y los derechos ciudadanos.
En pocas palabras, volver a caer en las "redes malignas", todo lo cual, como bien lo sabemos, nos llevará a un caos de corrupción, pobreza, confrontación y perturbación social, como sufrieron millones de peruanos en carne propia en el pasado y como está sucediendo actualmente en naciones hermanas, como Venezuela, de Hugo Chávez.
A todo esto, resulta agradable saber que la mayoría de la ciudadanía manifestó su apoyo al momento de sufragar, muchísima gente ha mantenido su fiel voto, según las encuestas de la semana pasada. Mientras hay otras personas que por temas extra o comentarios extraídos de personajes públicos o compañeros de labor, invalidan su compromiso con la institucionalidad democrática.
Se podría decir que es un tema de convencimiento democrático, pero también de realismo político y hasta de supervivencia.
En los últimos 5 años, con un crecimiento de más de 5% anual e promedio, el Perú es una economía emergente que ha despertado admiración de la comunidad internacional, tanto en Europa como en Norteamérica. El empleo formal ha crecido, las exportaciones y las reservas internacionales han aumentado de modo superlativo, y los niveles de pobreza han disminuido de forma notoria.
Por supuesto que se puede seguir afianzándose en todos los aspectos, claro que pudo hacerse más y queda mucho por hacer, lo que también tiene que merecer una autocrítica de los gobiernos recientes y de los mismos políticos. Pero la solución no es patear el tablero ni tildar de ignorantes a sus mismos compatriotas, sino seguir luchando contra la pobreza, creando más riqueza y distribuirla mejor para que los beneficios del crecimiento macroeconómico beneficien a las mayorías de las zonas rurales y urbanas en la costa, sierra y selva.
No se puede echar a perder la posición donde el Perú esta ubicado, donde económicamente fueron superiores con tanto sacrificio, a sabiendas de lo mucho que cuesta recuperar la confianza del entorno internacional, de los inversionistas y de los propios emprendedores peruanos, que tienen ahora la oportunidad de competir, innovar y crecer en un mercado libre.
Pues el Perú se ha manifestado, es hora de actuar con entusiasmo y sin pesimismo ante el futuro. Solo se espera que, después de tantos conflictos y debates destemplados, el virtual presidente respete el sistema democrático y la economía emergente que nos han puesto, por primera vez en muchas décadas, a las puertas de dar el salto al desarrollo que tiene que seguir siendo compacto pero más emprendedor e inclusivo.
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